Y cada uno de esos golpes son tan desconcertantes; todos y cada uno de ellos, por muy pequeños que sean, me roban el aliento haciéndome caer el suelo. Me encuentro delirante entre un pequeño charco de dolor, que apenas nadie nota. Lo más desconcertante es que no hay razón que pueda argumentar para sentirme así, mi mente sólo se basa en pequeñas sensaciones y diminutos pensamientos delirantes de una causa que no tiene sentido pensar, ya que sería torturarme a mi misma sin piedad alguna.
Ten piedad, por favor. Mi corazón apenas aguanta después de todo, no se podría decir que te pueda acusar de nada pero, te cuidado ya sabes como van las cosas por esta cabezota.
Diana