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En nuestro cerebro hay una gran entrada de dos puertas por la que pasan todo los recuerdos. Cada vez que recordemos uno, volverán a pasar por esa gran puerta y al mismo tiempo se reproducirá en nuestra mente. Es esa puerta, en los momentos de vacío de nuestras vidas, la que se colapsa de todos los malos recuerdos por lo que ningún otro recuerdo puede pasar. De esa manera, parecemos olvidar lo bueno y nos centramos sólo en lo malo.
Y cuando nos damos cuenta... quizás sea demasiado tarde.
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