Mi infierno particular tiene sus propios pesos que sólo yo he de afrontar, no necesito que me recuerden en cuál ardiente fuego estoy ya que día a día lo siento y lo padezco esforzándome por hacerlo parte de mí y no un cruel castigo. Recuerden las palabras de Gerard Manley al decir que la mente tiene montañas, con peñascos de caída espantosa, lisa, inimaginable para otra persona. El que nunca ha colgado de allí lo desprecia mientras que nuestra pequeña resistencia no soporta lo empinado o profundo por largo tiempo. Arrástrense bajo un consuelo escondido en un torbellino si queréis, porque toda día muere al dormir igual que toda vida acaba al morir.